La consecuencia principal de la desobediencia de nuestros primeros padres en el Paraíso terrenal fue polvo eres y al polvo volverás (Gen 3,19) porque el salario del pecado es la muerte (Rom. 6,23). Pero gracias a la obediencia de José y María nació en la historia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo(Jn. 1,29). Y entonces habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección (1 Cor 15, 21). Y por tanto algún día aniquilarápara siempre la muerte.(Y) el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros (Isa 25,8), el tiempo de los muertos será juzgado (Ap 11,18) y la muerte en adelante no existirá (Ap 21,4). Lo que en la historia ocurrió y se redimió, es lógico pensar que en la historia también se regenerará y disfrutará y no sólo fuera de ella en el Paraíso Celestial.

Cuando veáis ocurrir estas cosas, - las propias de una gran tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo, ni la volverá a haber (Mt 24,21)- levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación (Lc 21,28). Será al final de ese tiempo la cancelación de la servidumbre de la corrupción (Rom. 8,21) porque ahora gemimos en nuestro interior aguardando la adopción de hijos, la redención de nuestro cuerpo (Rom 8,23), ya que el cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones (Sab. 9,15). Por ello, mientras moramos en esta tienda, gemimos oprimidos, (…)  para que nuestra mortalidad sea absorbida por la vida (2 Cor 5,4) y sucederá que al finalizar esa gran tribulación en un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final(1 Cor 15,52), del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste (1 Cor. 15, 49)

¡Mirad! Os revelo un misterio: No todos moriremos, mas todos seremos transformados (1 Cor 15,51). A San Pablo le correspondió la dicha de revelarnos este misterio: no moriremos todos. Y para describir cómo sucederá utiliza el término seremos transformados, muy distinto de decir seremos resucitados. No es una equivocación. Resucitar es volver a la vida una vez que se ha muerto. Transformar es cambiar la condición corruptible del cuerpo sin pasar por la muerte. Ambos procesos tienen en común la situación final incorruptible, inmortal y gloriosa del cuerpo, pero varían en el punto de partida: uno comienza desde la situación de muerte y otro desde la vida aún mortal. Así pues, el día de la trompeta final de la gran tribulación, gracias a la Redención de Jesucristo, se acabará la muerte en la historia pues aún no se ha manifestado lo que seremos (1 Jn. 3,2) y es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y que este ser mortal se revista de inmortalidad (1 Cor 15,53).

Otra historia comenzará entonces en la que el Señor Jesucristo, transformará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder quetiene de someter a sí todas las cosas (Fil 3,20-21). Recuperaremos entonces el diseño original del hombre en el Paraíso, cuyo modelo es Cristo resucitado. El Catecismo, a partir del testimonio de Jesús resucitado en el Evangelio, enseña que los cuerpos gloriosos inmortales, los que tendrán los hombres tras ser transformados, tienen cuatro dotes: claridad, impasibilidad, agilidad y sutilidad.

En esta nueva charla de actualización escatológica en el día de la Asunción de María al Cielo, trataré de todos estos misterios ligados al fin de los tiempos, de los que tan poco se predica y que pronto veremos hechos realidad en la historia.

Aniquilará la muerte para siempre (Isa 25,8)